Herodes
Por Padre Raúl Hasbún
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Herodes es un nombre bíblicamente asociado a reyezuelos soberbios, que no trepidan en eliminar vidas inocentes. Un Herodes se trastornó porque un niño-rey había nacido en Belén: ordenó a sus esbirros matar a todos los betlemitas de hasta dos años de edad. Otro Herodes enloqueció de lujuria ante el baile sensual de la hija de su concubina, y juró darle lo que le pidiera: la concubina instigó a pedir la inmediata decapitación del profeta que censuraba el escándalo de su matrimonio ilegal. La marca registrada, “Herodes”, se compone de tres elementos esenciales: (1) yo tengo poder absoluto sobre la vida de mis súbditos y a nadie doy cuenta de mis actos (soberbia); (2) en mi reino sólo tienen derecho a la vida aquellos que yo deseo o consiento que vivan (envidia); en consecuencia, (3) yo ordeno matar, sin expresión de causa ni necesidad de juicio, a quienquiera desafíe mi poder y contraríe mis deseos (violencia homicida). Así ha sido desde el principio y millones de inocentes lo seguirán sufriendo, mientras no triunfe el consenso civilizado en desterrar para siempre el legado de Herodes.
La popular fiesta de los Reyes Magos nos ha recordado un atributo adicional de todo Herodes: el recurso a la descarada mentira. “Vayan e infórmense bien sobre ese niño-rey, y cuando lo encuentren, me avisan para ir yo también a adorarle”. ¡Hipócrita! Digno hijo del “mentiroso y padre de la mentira y homicida desde el principio”, como reprochará Jesús a quienes decían tener por padre a Abraham pero hacían las obras de su verdadero padre, el Diablo (Juan 8, 39-44).
“Reducir la brecha entre la fecundidad real y la fecundidad deseada” es el compromiso, escrito y oficial, de nuestro Poder Ejecutivo con algún organismo subalterno de la ONU. En buen chileno: (1) aquí sólo vivirán los que yo autorice a vivir, porque su existencia no va en contra de mis deseos; (2) yo tengo poder para ordenar, autorizar, disculpar, proteger y financiar la eliminación de vidas inocentes no deseadas; (3) los ejecutados no tendrán derecho, como los nacidos, a un debido proceso legal con garantía de defensa letrada: sus deformidades -reales o temidas-; los riesgos e incomodidades que su presencia genera; los traumas asociados a la violencia con que fueron concebidos serán título legalmente suficiente para decretar sin más su eliminación. Favorecida por su invisibilidad o minúsculo tamaño. Y autentificada por este compromiso del Ejecutivo: que la fecundidad real se identifique con la fecundidad deseada.
El Ejecutivo tiene prisa en ejecutar. Considera prioritario y urgente legalizar la orden de matar vidas inocentes. Tiene tolerancia cero ante las vidas no deseadas, las discrimina porque no son deseadas y garantiza gratuidad para su eliminación. Prisa de ejecutar que le renació, al Ejecutivo, en el día en que los Magos burlaron a Herodes.